Porque él esperaba que las cosas fueran menos difíciles o que, al menos, habiendo transitado con la paciencia y energías propias de la primera juventud un camino atemperado de grises y tolerancias, ahora que es un poco adulto y que piensa y sueña con la casa con jardín, siente que el sistema lo absorbe. Que el hoy no le permite cumplir la expectativa en pos de la cual estudió muchos años creyendo que con eso se ganaría, no sin el sudor tibio del ejercicio, un lugar de tranquilidad en el mundo. Que no habría crisis de los treinta años, ni ganas de tener un hijo y forjar una familia sin encontrar la forma de no vivir al día, alquilando una baldosa de injusticia del mundo. Que tal vez, no sin esfuerzo, no sin tropiezos, podría comprarse algunos ladrillos, podría disfrutar de su trabajo, podría sentir que valió la pena haberse capacitado y dedicado tantos años a estudiar, leer y releer tantos libros, en lugar de usarlos para pensar qué negocio, qué empresa, qué local podría abrir para obtener, sino mejores resultados, al menos la posibilidad del tiempo en libertad, de elegir. De elegir y que la plataforma política de la educación prometa que no es vana la educación. Que no exista cada vez menos la convicción de que la estudiar lleva a la posibilidad del progreso, o al menos de la estabilidad económica, que no exista cada vez más firme la convicción de que es preferible no estudiar y pensar cómo sacarle ventaja al sistema. Justamente es el círculo vicioso que genera, un círculo que, sin embargo, se hace más poderoso e inmenso, porque se alimenta de aquellos que optan por no educarse, aquellos que tratan de salir adelante y ganarle un partido presente al capitalismo desmedido poniendo en jaque a un futuro mismo en decadencia. Una sociedad incivilizada, que vota a extra-sistémicos, o perdona todos los pecados, una sociedad cuyos miembros se dañan entre sí y donde queda desdoblado el protagonismo de la culpa, una sociedad donde los niños nacen en el consultorio de un terapeuta o en la intemperie de las calles porteñas, de las del norte, de las del sur, este y oeste.
Tantos años estudiaste para usar tu intelecto ahora para repudiar tu metida de mano en el bolsillo y encontrar lo justo o lo poco o lo mínimo que a penas roza una calidad de vida digna. Tantos años estudiaste para que te vean, orgullosos tus hijos, sin saber que tu honestidad tal vez no valga tanto como vale en tu corazón. Tantos años para ver como aquellos años se alzan ahora en tu frustración y el intelecto le rinde un homenaje a la protesta, al señalamiento de todo lo que ocurre mal, de todo lo que se hace mal y, sin embargo, eso no te da de comer.
Parece ser que el sistema te absorbe, que el sistema te liquida cada mes con tu sueldo y, sin embargo, todavía te quedás quieto, buscando la manera de emprender desde la educación, buscando la manera de decirle a tus hijos que estudiar siempre permite la superación personal y la evolución.
Ojalá, te decís tantas veces, ellos crezcan en algún lugar del mundo que les pertenezca, donde sean patriotas de su territorio y dignos de ejercer sus vocaciones y practicar sus empresas, aislados de toda corrupción magnífica, y de toda secuela por las negligencias e irresponsabilidades de los otros.
* Gisela Mancuso. Abogada, redactora, escritora, ganadora de numerosos concursos literarios. [email protected].
autora del libro "Abrazo mariposa": http://ar.geocities.com/abrazomariposa/abrazomariposa.html Fundadora del grupo de escritura: "El nombre de las palabras" http://ar.geocities.com/abrazomariposa/elnombredelaspalabras.html